por David Kornfield
El discípulo es un seguidor de Jesús, siendo transformado ser como Jesús y comprometido con la misión de Jesús (Mt 4,19; 28,18-20).
Tres aspectos: 1) seguidor; 2) transformado y 3) enviado.
Una segunda forma de definir discípulo podría ser: alguien que intencionalmente crece para ser como Jesús con la ayuda de otra persona. En otras palabras, un discípulo da frutos.
Los verdaderos discípulos permanecen en Jesús y, por tanto, dan fruto (Juan 15:4-11).
¡La palabra “permanecer” se repite 11 veces en Juan 15:4-11! Nuestras vidas deben estar profundamente centradas en Cristo. No en la iglesia, no en ser bautista o asambleísta, sino en Cristo.
Sé que esto parece demasiado obvio. Permítanme comentar algunos aspectos de esto:
A) Nuestra vida devocional debe centrarse en un encuentro con Jesús y no sólo con la Biblia. Juan 5:39-40.
Al igual que Isaías en Is 6 y Juan en Apocalipsis 1, debemos pedirle a Dios que nos dé una nueva revelación de quién es Él. Debemos pedir que lo entendamos de manera diferente a cómo lo hemos entendido durante años e incluso décadas. Esta nueva revelación de él conducirá a una nueva comprensión de su misión y de su iglesia.
B) Nuestro discipulado el objetivo principal debe ser que Jesús nos hable como en el camino de Emaús. Hay muchas buenas herramientas y recursos que ayudan a hacer discípulos, pero nada podrá reemplazar un encuentro divino con Jesús.
C) Nuestros pequeños grupos y células deberían centrarse en Jesús y no sólo en el estudio de la Biblia. La mayoría de los grupos pequeños y células son más un grupo de estudio y compañerismo bíblico que un grupo de discipulado. El crecimiento es más accidental que intencional. Una de las claves para esto son los subgrupos o microcélulas de 3 a 4 personas que tienen tiempo semanal para el crecimiento intencional.