Cuatro hábitos para el camino del discipulado

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No nos definen nuestras palabras, sino nuestras acciones. No por la profesión de nuestros labios, sino por las tendencias de nuestra vida. No por nuestra moda, sino por nuestros hábitos.

Nos demos cuenta o no, nuestra tendencia y acción forman nuestros hábitos. Y no se puede ignorar el poder de los hábitos.

Como se ha dicho muchas veces: “Primero formamos nuestros hábitos, luego nuestros hábitos nos forman a nosotros”. ¡Qué cierto!

Hay CUATRO HÁBITOS que debemos aprender a cultivar intencionalmente en el camino del discipulado. Ellos son:

Hábito 1: “Me encanta”

Génesis 22 es uno de los capítulos más importantes de la Biblia que demuestra qué es la verdadera adoración.

Dios le pidió a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac; ¡Y en Génesis 22:5, Abraham ve esta entrega y sacrificio como “adoración”!

Cuán profunda es tu adoración; y, por otra parte, ¡qué superficial es la nuestra! Abraham está entregando todo a Dios. Y lo llama "adoración".

Entonces, la adoración es más que simplemente tomar una guitarra y cantar algunos himnos de alabanza. Porque el hábito de la adoración se forja, no simplemente por los triunfos de nuestras canciones, ni por el compartir de nuestros testimonios, sino por nuestra confianza implícita y obediencia explícita.

Hábito 2: “Me rindo”

Dios dijo: “Dame tu hijo, tu único hijo”. Isaac era lo más preciado para Abraham. Porque todas las promesas de Dios tenían sus raíces en Isaac.

Pregunta. En el contexto de Génesis 22, Abraham tuvo 2 hijos (Ismael e Isaac). Entonces, ¿por qué Dios dijo “su único hijo”?

Respuesta. Porque Isaac es el hijo de la promesa. Isaac es el hijo del pacto. En otras palabras, ¡Isaac es el canal prometido a través del cual descansan todas las bendiciones, todas las promesas, toda la tierra y todo el favor del Señor!

Entonces, cuando Dios le dijo a Abraham: “Dame tu Isaac”, efectivamente significa: “¡Dame todo lo que es precioso para ti! ¡Ríndeme todo tu futuro!”

Prestar. ¿Qué es eso?

Un día, mi esposa Ann me envió un mensaje con esta cita que invita a la reflexión. Lo que aprendió en su momento de silencio de ese día me lo ofreció en una sola frase: “Rendirse no es RENDIRSE, rendirse es ceder”.

La rendición no es la lucha equivocada de “Ah, tengo que rendirme… tantas cosas… no puedo. ¡Simplemente no puedo!”

¡Al contrario, es todo lo contrario!

Es un parto alegre. Entregarse al amor de Dios. Ríndete al favor de Dios. Ríndete a la veracidad de Dios. Ríndete a la fidelidad de Dios. ¡Ríndete a la vida, voluntad y bendiciones de Dios!

En mis términos, rendirse es “enamorarse nuevamente de Jesús y fundirse en los brazos de Su amor”.

De hecho, la entrega es un hábito de amor que debe cultivarse.

Hábito 3: “Yo sirvo”

Hay muchas cosas que podría decir sobre el servicio. Pero aquí hay una consideración importante: “¿En los términos de quién estoy sirviendo: en mis propios términos o en los términos de Dios?”

Entonces la pregunta no es: “¿Estás sirviendo?” sino más bien: “¿En términos de a quién estás sirviendo? ¿La tarea de quién estás asumiendo?

Cada año recibo varias invitaciones para hablar. Obviamente, no puedo decirles "Sí" a todos. Entonces, ¿qué hago? Me presento ante el Señor y le pregunto: “Señor, ¿cuál es la tarea que me estás dando?”

¿Por qué? Porque servir a Dios en sus términos es un hábito importante que debemos cultivar. Porque no se trata sólo de las plataformas en las que estamos; pero lo más importante, ¡los caminos que recorremos!

Hábito 4: “Yo bendigo”

“Yo bendigo” no significa andar por ahí con la proclama “Bendito, bendito, bendito…”.

Lo más significativo es que implica responder a la vida con una bendición.

Significa que aprendemos a responder y no reaccionar. Quiero decir, cuando te critican, bendices. Cuando te dan por sentado, bendices. Cuando te malinterpretan, bendices.

En última instancia, la brújula constante es: "¡Jesús ve, Jesús sabe, y eso es suficiente para mí!"

De hecho, el servicio agradecido –el gozo de servirle– es un hábito que vale la pena cultivar.

Cuatro hábitos. No podemos crecer en el discipulado sin ellos.

¡Que tengáis una bendita peregrinación por delante!

Edmundo Chan

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