Karis ha sido sacada de las jaulas de la muerte en innumerables ocasiones. Hemos perdido la cuenta de las veces que los médicos nos han dicho: “No hay nada más que hacer. Llama a la familia, porque su vida está llegando al final”. Cada vez, Dios hizo lo imposible a los ojos humanos para mantenerla viva en la tierra.
Una de las razones por las que Karis quería que se contara su historia era su deseo de mostrar, a través de su experiencia, por qué Dios no siempre sana. No fue porque dudara del poder de Dios para sanar. Tampoco fue por no haber pedido a Dios su completa curación. Miles de personas en todo el mundo intercedieron por ella.
Cuando la gente la desafió a “tener más fe”, a “confesar sus pecados que no permitían que Dios la sanara” y críticas similares, ella quedó perpleja. “Pero Dios me ha mostrado que tiene propósitos que cumplir a través de mi enfermedad. ¿Creen estas personas que tienen derecho a dictarle a Dios? En mi opinión lo necesario es que esté atento a lo que Él quiere hacer a través de mi vida. Él es soberano, no yo. Mi parte es atender, someterme y obedecer”. Como Jesús orando en Getsemaní en Marcos 14:36 “Y clamó: Abba, Padre, todo es posible para ti. Te pido que me quites esta copa. Sin embargo, que se haga tu voluntad, no la mía”.
En cuanto a la idea de que sus pecados o nuestros pecados como padres interfirieran con la capacidad del Señor para sanarla, ella dijo: “Por supuesto que soy pecadora, como lo es cada persona en la historia del mundo excepto Jesús. Confieso mis pecados todos los días. ¿A cuál de ellos se le atribuye tanto poder para interferir con el poder soberano e infinito de Dios?
Desde la perspectiva de Karis, su situación, aunque muy difícil de vivir, le brindó muchas oportunidades especiales para conectarse con personas necesitadas del amor de Dios. En mucha menor medida que Jesús cuando se encarnó como ser humano, ella vio la bata de hospital y el portasueros, las cirugías y los dispositivos médicos, como su forma de identificarse con los desafíos de los pacientes y sus familias en los hospitales. Ella no estaba allí para transmitir un mensaje ajeno a su experiencia. Ella estaba allí sufriendo juntos.
Karis hablaba cinco idiomas: inglés, portugués, español, francés y árabe. Con estos cinco pudo comunicarse con la mayoría de los habitantes del mundo. En su hospital de Pittsburgh había muchos pacientes de habla árabe. Ellos en particular entraron en sus afectos. Según comentó, nunca habría conocido a estas personas tan especiales si no hubiera estado hospitalizada tantas veces.
Karis tenía plena confianza en que si cumplía los propósitos de Dios para su vida, él la sanaría en cualquier momento. También creía que ella viviría exactamente el tiempo que Dios determinara para ella, ni un minuto más ni menos. Esto le dio la confianza para vivir libremente y con gran alegría.
En Live hablaremos de una promesa y una profecía que Dios le dio a Karis cuando tenía 16 años y que tuvo un profundo impacto en la forma en que vivió su vida. ¡Únete a la conversación!
Deborah Kornfield