Jesús subió a la barca y los discípulos lo siguieron, al parecer el viaje empezó bien, pero en algún momento se levantó una gran tormenta con muchos vientos y grandes olas (Mt 8:23). Fue un momento de gran miedo para los discípulos que sólo veían las olas gigantes y enojadas delante y parecía que Jesús se mostraba indiferente.
Jesús advierte a sus discípulos llamándolos “hombres de poca fe”. Jesús esperaba que en medio de la tormenta su fe los mantuviera confiados en su cuidado por ellos.
Cuando tenemos miedo, lo mínimo que podemos hacer es buscar a Dios en oración. Así como Jesús esperaba de sus discípulos, en situaciones de inseguridad y miedo, Dios espera que quienes creen en Él se acerquen a Él en oración, que tengan confianza en Él. Una confianza basada en saber que su amor, su misericordia y su carácter no cambian, independientemente de las circunstancias que nos rodeen.
En los últimos meses he estado pasando por momentos muy difíciles. Es un tiempo de gran tormenta, en el que muchas veces mis fuerzas han llegado a su fin. Pero lo que me sostuvo a través de las dificultades fue mi confianza en la soberanía de Dios. La certeza de que Él tenía el control de todo, incluso en los momentos malos y oscuros, me sostuvo para vivir un día a la vez.
Hay momentos en la vida que no son crisis tormentosas. Sin embargo, cuando la situación cambia y el mar de la vida se vuelve turbulento, nuestras actitudes revelan en quién confiamos. Si hemos aprendido a adorar a Dios y confiar en Él, la crisis revelará que podemos ser probados hasta el límite sin perder la confianza en Él. Podemos estar tranquilos, porque con nosotros está Aquel que todo lo puede.
Dios espera que confiemos en su amor y carácter, pero aún podemos orar: “Ayúdame en mi falta de fe”.
Daniel Vargas Pereira