Ilaene Schüler
Nosotros, los creyentes, estamos en un proceso de maduración espiritual, para madurar en Dios. Y aprender a perdonarnos unos a otros es parte de este proceso, ya que nuestras relaciones con los demás afectan nuestra comunión con Dios. Dios no perdonará a quienes se niegan a perdonar a sus deudores. (Ver Mc 11.25,26.) Aprender a perdonar es esencial para nuestra madurez espiritual.
Cuando recuerdas a ciertas personas, ¿tu corazón se siente como si estuviera cubierto por una nube oscura? Porque es necesario entender que Dios usa las ofensas de los demás contra nosotros para enseñarnos a perdonar. Y sólo podremos perdonarlos después de que comprendamos que hemos sido perdonados. Sabiendo que hemos sido perdonados, por amor a Jesús perdonamos a los demás.
¿Ves por qué el perdón es un elemento muy importante en nuestra liberación, alegría y victoria espiritual?
Entonces, cuando oramos “Perdónanos nuestras deudas…” debemos pedirle a Dios que escudriñe nuestros corazones. Si nos damos cuenta de que albergamos pecados que no han sido confesados, es tiempo de confesarlos a Dios, rogándole que cumpla la promesa de 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos. nuestros pecados y que nos perdone nuestros pecados y nos limpie de toda injusticia”.
La palabra que aquí en este texto tiene el significado de confesar significa “decir lo mismo que”. Es decir, tenemos que estar de acuerdo con lo que Dios dice sobre nuestro pecado y estar dispuestos a abandonarlo.
Analicemos por un momento la pregunta que Pedro le hizo a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí antes de que yo le perdone? ¿Hasta siete veces? Porque veamos lo que respondió Cristo: “No os digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. (Mate. 18.21,22.) ¿Qué quiso decir con esto? Quería enseñar que debemos perdonar a los demás cada vez que nos ofenden. Porque él está listo y dispuesto a perdónanos cada vez que pecamos.
Luego, Jesús narra una parábola que es una historia muy conocida que se encuentra en Mateo 18:23-35. Primero, a través de esta parábola, Jesús enseña que Dios perdonó nuestra gran deuda de pecado, una deuda tan grande que nunca podríamos pagarla. El siervo mencionado en la parábola le debía al rey 10 mil talentos, equivalentes a 60 millones de denarios. Pero el rey lo perdonó y canceló su fabulosa deuda.
Pero un colega de este siervo también le debía cien denarios. Pero, decidió que no le perdonaría la deuda. Y acabó metiéndolo en prisión.
Nuestra deuda con Dios es mucho mayor que la que otras personas nos deben, y cuando nos negamos a perdonar a los demás, lo estamos poniendo a Él en una situación difícil. prisión.
La pregunta del rey al siervo es la misma que la pregunta de Dios para nosotros: “¿No deberías también tú haber tenido compasión de tu consiervo, como yo he tenido compasión de ti?” (V.33.)
Esto significa que cuando perdonamos debemos hacerlo en la misma proporción en que Dios perdona.
Una vez que entendemos cuánto nos ha perdonado Dios, podemos perdonar libremente a los demás. Si alguien tiene dificultades para perdonar a otros, pídale a Dios que le dé una revelación del Calvario y el precio que su Hijo pagó allí, para que podamos ser perdonados.
Y Jesús concluye la parábola hablando de la ira del rey contra el siervo despiadado, entregándolo a los verdugos.
¿Cuál es la lección? Si no perdonamos, Dios nos entregará a verdugos (torturadores) hasta que decidamos perdonar a los demás.
Si no perdonamos a quienes nos ofenden, siempre viviremos con recuerdos angustiosos y bajo opresión demoníaca hasta que los perdonemos y liberemos. Si no perdonamos, seguiremos siendo atormentados, incluso si los mejores hombres de Dios oran por nosotros ungiendonos con aceite. ¿Por qué? Porque sólo podremos ser libres después de que tomemos la decisión de perdonar.
ESQUEMA DE ORACIÓN
I. Pídele a Dios que te perdone.
A. Resuelve la cuestión de tus pecados: reconócelos, confiésalos. Pídele al Espíritu Santo que te revele los aspectos de tu vida que no agradan a Dios.
B. Confiesa tu pecado. De acuerdo con lo que Dios dice sobre ellos. Pídele que te ayude a odiar tus pecados, a odiarlos realmente y a liberarte de su dominio. Alabado sea su nombre, /jehová-m'kadesh, “el Señor que os santifica”.
C. No permitas que en tu corazón se alojen sentimientos de autocondena. Recuerda que tú eres la justicia de Dios en Cristo. En Él sois perfeccionados.
II. Perdona a los demás tantas veces como quieras ser perdonado.
A. Piensa en la gran deuda por pecado que tenías con Dios, la cual él te perdonó.
B. Visualiza tu pecado como la causa del sufrimiento que Jesús recibió en la cruz. Imagina su sangre fluyendo para que seas perdonado.
C. Haz un esfuerzo de voluntad y perdona a los que te han ofendido, entregándolos a Dios. Ora por aquellos que te han hecho daño de alguna manera.
III. Toma la decisión de perdonar a cualquiera que peque contra ti hoy.
A. Toma la decisión de devolver mal por bien, por la gracia y el poder del Espíritu que vive dentro de ti.
B. Haga la siguiente declaración de fe: “Amaré a mis enemigos. Bendeciré a los que me maldicen, y haré bien a los que me maltratan. Rezaré por aquellos que me persiguen o se aprovechan de mí”. (Ver Mt 5,44.)
C. Orar a Dios pidiéndole que le dé la gracia de experimentar en mayor medida el fruto del Espíritu: amor, paz, gozo, paciencia, benignidad, bondad, bondad, fidelidad y dominio propio (G1 5.22,23).