Jesús nos reveló al Padre y su propósito de redención. ¡Para esto nació Jesús! ¡Aleluya!

por Ilaene Schuler

REDENCIÓN

“Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Dios unigénito, que está con el padre, es quien lo reveló”. Juan 1.17,18 (NAA)

El Antiguo Testamento está lleno de cosas que son difíciles de entender: historias de un pez que se traga a un hombre, una inundación que restablece la tierra, un grupo de instrumentos que derriba los muros de una ciudad, solo por nombrar algunas. Y hay mucho más de donde vino eso. Algunas historias son tan fuera de lo común que resultan difíciles de imaginar. Y a veces se vuelve aún más difícil discernir el propósito de Dios detrás de ellos, al menos al principio, razón por la cual leer sobre Jesús es verdaderamente un regalo. Mucho de lo que Dios hizo en el Antiguo Testamento tiene sentido cuando aprendemos acerca de las cosas que Jesús hizo y dijo en el Nuevo.

Miremos los peces. Dios quería salvar al pueblo pecador y atribulado de Nínive, pero su portavoz no quiso aceptar la tarea. En lugar de permitir que Jonás navegara en la dirección opuesta, Dios hizo que lo arrojaran por la borda y se lo tragara un monstruo marino que rápidamente nadó hasta la orilla y Jonás se dirigió a Nínive. Durante tres días y tres noches, Jonás estuvo en el vientre de la bestia, el mismo período que Jesús estuvo en la tumba. Una vez “resucitado” (es decir, vomitado en la playa), Jonás entregó el mensaje de arrepentimiento y redención de Dios, y los ninivitas creyeron. La historia de la salvación de Nínive fue un retrato, un presagio de lo que sucedería en la cruz: (1) la humanidad se rebela contra Dios; (2) Dios hace algo maravilloso para que se restablezca la justicia; y (3) Dios da gracia a las personas que creen.

Luego está Noé. Dios le dijo que construyera el barco más grande jamás visto, uno tan gigantesco que no pudiera ser remolcado desde el sitio de construcción hasta el muelle; el agua tendría que llegar hasta él. Y Noé resistió la burla implacable de todos los rechazadores de Dios que estaban observando, es decir, hasta que llegó la lluvia, inundando la tierra y arrasando con todo ser viviente que no estaba en esa barca. La historia de la salvación de Noé fue un retrato, un presagio de lo que sucedería en la cruz: (1) la humanidad se rebela contra Dios; (2) Dios hace algo maravilloso para que se restablezca la justicia; y (3) Dios da gracia a las (ocho) personas que creen.

Y no olvidemos a Jericó, una ciudad fortificada que se interponía entre los israelitas y la tierra que Dios les había prometido. Dios les dijo a los israelitas que conquistaran Jericó marchando alrededor de sus muros durante siete días mientras tocaban trompetas, quizás el menos intimidante de todos los cuernos, pero no estoy de acuerdo. En el séptimo día, Dios hizo que las murallas de la ciudad se derrumbaran, matando a todos los que estaban dentro excepto a un pequeño resto de creyentes. Una vez más, la historia de la salvación de Israel fue un retrato, un presagio de lo que sucedería en la cruz: (1) la humanidad se rebela contra Dios; (2) Dios hace algo maravilloso para que se restablezca la justicia; y (3) Dios da gracia a las personas que creen.

Este patrón 1 – 2 – 3 es válido en la mayoría de las historias del Antiguo Testamento, pero las campanas y silbidos sobrenaturales nos impiden ver el meollo del asunto que desde el primer momento de la tierra hasta ahora, y desde ahora hasta el fin del mundo. Tal como lo conocemos, Dios está escribiendo una historia de rescate y redención. Y Jesús –el Creador del mundo, el que silba y hace que las nubes arrojen nieve, el que esculpió el Monte Everest y excavó el Gran Cañón, el que cartografió la galaxia y colgó todas las estrellas– se incluyó a sí mismo en esta historia. Se permitió, en forma humana, (1) rebelarse contra Él; (2) proporcionar algo maravilloso para que la humanidad pueda ser restaurada; y (3) dar gracia a todos los que creen.

Y debido a que Jesús nos restauró, mostrándonos quién era Dios y qué estaba haciendo, podemos aprender del Antiguo Testamento, pero ya no tenemos que repetirlo. “Nadie ha visto jamás a Dios; el Dios. unigénito, que está con su padre, [Jesús] es quien lo reveló” (Juan 1:18, NAA).

ENFOQUE DE ORACIÓN

Agradece a Dios por tu historia de redención, luego pídele que se revele más y más en cualquier cosa que le busques.

AVANZANDO

  1. ¿Cuál fue el propósito del patrón 1-2-3 de Dios en el Antiguo Testamento?
  2. ¿Qué te revela el sacrificio en la cruz acerca de Dios Padre?
  3. ¿Cómo puedes vivir la gratitud por la gracia que ya has recibido por tu rebelión?

Texto extraído del Devocional Los elegidos, de Editora CPAD.

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