Discipulado en la Vida – 03/12/2021
Curso: Restauración
Módulo: Batalla Espiritual – Conociendo al Enemigo
Estudio 5.4.6: Sexta estrategia de Satanás: dudar de la identidad del hijo de Dios
¿Quién eres?
A primera vista esta pregunta parece sencilla, pero quizás una de las más intrigantes. Definirse a uno mismo requiere habilidades intrapersonales y una buena percepción del mundo que nos rodea. Siempre es más fácil hablar de los demás que de uno mismo. Generalmente respondemos quiénes somos citando el nombre y apellido que figura en nuestro registro civil o nos referimos a nuestro linaje familiar o incluso informando otras particularidades como profesión, aficiones y habilidades. Pero, ¿qué define realmente quiénes somos? ¿Cuáles son los riesgos cuando alguien no tiene clara su identidad?
Durante mi infancia escuché a menudo que había sido adoptada. Aunque solo era una broma de uno de mis hermanos, después de escuchar tanto esta mentira, comencé a creerla lo suficiente como para dudar de mi identidad como miembro de esa familia. La duda sólo se disipó cuando recibí las afirmaciones necesarias de mis padres. Ciertamente no hay ningún demérito en la adopción, al contrario, es una condición muy honorable. Sólo quiero resaltar que la duda sobre la membresía puede generar resultados desastrosos.
El sentido de pertenencia a una familia o grupo es fundamental para la formación de un individuo. Sin embargo, nada afectará más la identidad de una persona que su convicción de la paternidad divina o la falta de ella. Una relación disfuncional con los padres terrenales y una falta de amor fundamental en los primeros años de vida pueden influir en nuestra comprensión de quién es Dios. Pero, sobre todo, es nuestra identidad de hijos de Dios la que nos permite afrontar las grandes batallas de la vida.
Sabiendo esto, Satanás se esfuerza por cuestionar la identidad de los hijos de Dios.
- Fue así con Job.
Un día que los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, también vino entre ellos Satanás lanzando acusaciones. Se acusa a Dios de no ser lo suficientemente bueno para merecer adoración sin necesidad, para ello, de ofrecer algún favor a los hombres. Al mismo tiempo, se acusa a Job de adorar a Dios por interés propio. Para el acusador, lo que mueve a Job en su devoción es la ambición de crecimiento y prosperidad. Sin embargo, Dios conoce la verdad detrás de la identidad de Job. El autor del libro introduce su narrativa informando la prosperidad de Job, pero es interesante notar que Dios resalta los atributos morales y espirituales de Job, en detrimento de los bienes materiales. Dios afirma que es un hombre recto e irreprochable que teme a Dios y evita el mal. La identidad de Job no se basó en sus posesiones y ni siquiera dependió de las circunstancias.
- Fue así con Jesús.
Antes de comenzar su ministerio público, poco después de ser bautizado, el Maestro fue llevado al desierto para ser tentado. Los ataques de Satanás se basaban en esta estrategia de poner en duda el hecho de que Jesús era el Hijo de Dios. Por dos veces, el tentador lo desafía a usar, ilegítimamente, su poder y así demostrar que era el Hijo de Dios. Jesús no cede a la tentación. No necesitaba demostrarle nada a nadie. Jesús estaba seguro de su identidad como Hijo de Dios, porque en su bautismo, el Padre afirma públicamente, diciendo que es su Hijo amado, en quien se complace.
Al analizar la estrategia de Satanás y las posiciones de los hijos de Dios, concluyo:
- Satanás utiliza la duda como estrategia para intentar socavar las convicciones de los hijos de Dios.
- Aquellos que no tienen una verdadera imagen y concepto de sí mismos no experimentan la autoaceptación. Por lo tanto, serás susceptible a la tentación de demostrar tu valía a los demás.
- La afirmación que recibimos de Dios es el sustento de nuestra identidad y se basa en su amor incondicional y no en los méritos humanos.
- Dios escudriña nuestros corazones y no nuestro informe de trabajo o incluso nuestra cuenta bancaria. Lo que somos en Dios está antes que lo que hacemos o poseemos.
- Las pérdidas, la escasez o las circunstancias hostiles no significan que hayamos sido desheredados por el Padre, pero tenemos en ellas un campo de batalla para declarar nuestra convicción de la paternidad divina.
- La voz de Dios Padre, que expresa la verdad sobre nosotros, debe destacarse sobre cualquier otra voz.
Este estudio me llevó a reflexionar sobre los ataques del enemigo contra los hijos de Dios. Estas batallas nos preparan para niveles más altos de relación y servicio a Dios. Quien no tenga clara su identidad como hijo de Dios no podrá multiplicar discípulos sanos. Sin embargo, el desafío no es sólo la adquisición cognitiva del concepto de paternidad divina, sino experimentar la unión profunda con Cristo, a través de quien recibimos el Espíritu de adopción y clamamos: Abba, Padre (Rom 8,15).
De forma práctica y medible propongo:
- Escribir lo que he escuchado de Dios acerca de mí y basarme en estas verdades para solidificar mi identidad como hijo.
- Confrontar las otras voces (de mi corazón, de la gente y de Satanás) con lo que Dios dice de mí.
- Comparte con mi microgrupo de discipulado las posibles batallas que estés enfrentando para recibir aliento y apoyo en oración.
Que permanezcamos firmes en nuestra identidad como hijos amados de Dios.
Elcimar Fernandes Es pastor de la Primera Iglesia Bautista de Brasilia. Coordina el Secretariado de Misiones Nacionales y el Secretariado de Ministerio y Desarrollo de Liderazgo de la Convención Bautista Nacional.