¡Vi al Señor!

por Débora Pereira

Hace poco escuché un mensaje sobre Isaías 6 y mi ser se conmovió. Permaneció por algún tiempo latiendo en mi corazón, pero no como algo específico, hasta que durante un momento de devoción vino a mi mente el pasaje, de hecho, una afirmación en particular captó mi atención como inicio y base de todo lo que se desarrollaría. desde allí: ¡VI AL SEÑOR!

Antes de este evento descrito por Isaías, el profeta se esfuerza por registrar que algo malo había sucedido: el rey Uzías había muerto. Crisis, miedos, incertidumbres, inestabilidad, nada tan diferente a lo que nos rodea o aqueja, en términos comunitarios o individuales.

Pero, a pesar de los dolores, Isaías vio al Señor como Soberano, como Dios, el Rey Majestuoso. Lo que le pasa a Isaías desde aquí también nos pasa a nosotros.

Isaías toma conciencia de su estado, de su condición, de su situación, de quién es y cómo es. La contemplación de Dios nos da un sentido de IDENTIDAD y SITUACIONALIDAD. Además, nos hace confiar en Él para reafirmar y refinar nuestro ser y situación. Isaías se reconoce, se acepta y se deja tocar, transformar por el Todopoderoso.

¡VI AL SEÑOR!

Por lo tanto, Isaías entiende su PROPÓSITO. Al contemplar a Dios, Isaías lo escucha y ahora se ve a sí mismo como un profeta de la Casa de Israel. La contemplación nos da un sentido de PROPÓSITO y nos hace confiar en Él para lograrlo. Isaías respondió inmediatamente: “¡Aquí estoy!” porque cuando contemplaba al Señor ya no veía como algo imposible la tarea a realizar. 

¡VI AL SEÑOR!

Esta imagen, y otros episodios de contemplación, es lo que nos hace verdaderamente experimentar la vida en abundancia, con sentido de IDENTIDAD y PROPÓSITO: lo contemplo, entiendo quién soy y hago lo que tengo que hacer, me canso, contemplo. A Él, recuerdo quién soy y recibo la fuerza para hacerlo, me frustro, lo contemplo, soy transformado por Él para ser nuevo, inspirado para volver a hacer. Jesús se mantuvo así concentrado. Y enseñó a sus discípulos a hacer lo mismo: “Hago lo que veo…”, “como oigo, hablo…”.

Como discípulos que vivimos en tiempos difíciles, los tiempos predichos por Jesús y los apóstoles, necesitamos VER diariamente AL SEÑOR en su gloria y majestad. Contemplarlo a través de la lectura, la oración, la meditación, en la soledad y también en la comunión, para no olvidar quiénes somos, qué necesitamos hacer y así recibir poder DE ÉL, al fin y al cabo, SIN ÉL PODEMOS SER O HACER NADA.

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