empezando conmigo

por Daniel Vargas e Ilaene Schuler

La forma en que una iglesia se organiza, sus relaciones, programas y prioridades refleja su cultura. 

Si queremos que la iglesia experimente cambios significativos, estos cambios deben comenzar a suceder primero en nuestras vidas, como pastores y líderes. Pues enseñamos lo que sabemos y reproducimos lo que somos.

Para que los pastores, líderes y otras personas en la iglesia experimenten un cambio significativo, necesitamos un ambiente donde las personas puedan sentirse lo suficientemente seguras para ser reales, libres de falsas apariencias y sinceras. La palabra 'sincero' proviene de la combinación de dos palabras latinas: sine cera. Hay quienes creen que tuvo su origen en una antigua costumbre de encerar las esculturas de mármol para ocultar imperfecciones. Y que el El Senado romano habría decretado entonces que toda la escultura debía entregarse sinusoidal, es decir, sin cera.

El miedo a perder una posición o estatus a menudo alimenta la falta de transparencia, el aislamiento, las relaciones falsas e incluso sentimientos de amargura y envidia. A primera vista puede parecer bueno, pero en el fondo tenemos un entorno carente de diversión y extremadamente competitivo. Estas relaciones crean una cultura donde el mayor valor está en hacer y no ser, lo cual no expresa la cultura del Reino. Este entorno no fomenta el cambio, ya que no permite la transparencia y el reconocimiento de nuestras necesidades. 

En nuestros microgrupos de discipulado buscamos intencionalmente desarrollar este “ambiente de gracia” que fomenta la transparencia y promueve el cambio en la vida de las personas. 

¿Pero qué significa esto? Significa que tratamos a los demás mejor de lo que esperamos que nos traten a nosotros mismos. Un entorno donde podemos ser y mostrar quiénes somos realmente. Y se nos anima a crecer intencionalmente. ¡La gracia engendra gracia! 

La mayoría de las personas reconocen un ambiente de gracia por sus resultados: las personas se sienten seguras, crecen, confían unas en otras y viven auténticamente. El poder del ambiente de gracia no es sólo el resultado del amor de las personas unas por otras, sino también del amor que la presencia de Jesús derrama sobre ellas. ¡Es un encuentro divino!

 Vea cómo Jesús les dice a sus discípulos: 

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis unos a otros.” Juan 13:35

 Pero, además, como promete su presencia:

 “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, elAquí estoy entre ellos”. monte 18.20

¿En tu iglesia, estás siendo influenciado por una cultura de discipulado, gracia y crecimiento intencional o por una cultura de activismo y simplemente eclesiástica?

Si esperamos un gran cambio y crecimiento en nuestra iglesia, debemos ir más allá de cambiar algunas estrategias o programas. El hecho de que la gente esté ocupada con los programas y actividades de la iglesia no significa necesariamente que estén creciendo, por lo que la creación de nuevos programas tampoco garantiza el crecimiento.

Para lograr un cambio significativo necesitamos cambiar intencionalmente la cultura que nos rodea. Y para ello los pastores y líderes principales necesitan tener ADN en sus vidas, es decir, estar viviendo y siendo lo que ellos quieren que sea y viva la iglesia. ¡Reproducimos lo que somos!

¡Una cultura de discipulado sólo será parte de la vida de la iglesia si es parte de mí y de su vida, como pastores y líderes de la iglesia! ¡Empezando por mí! ¡Sólo un discípulo de Jesús puede hacer discípulos de Jesús! Si no somos discípulos, si no experimentamos un discipulado profundo, reproduciremos líderes o estudiantes, pero no discípulos de Jesús.

¡Empezando por mí! Discípulos que hacen discípulos, que a su vez hacen discípulos y que a su vez también hacen discípulos.

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