por Alessandra Machado
Jesús tenía una misión y, para cumplirla, decidió no caminar solo. Aunque pudo haber hecho la obra solo, porque el Espíritu de Dios lo había ungido, escogió a 12 hombres, sus discípulos, que iban con él.
Las mujeres mencionadas en el capítulo 8 del Evangelio de Lucas también siguieron a Jesús como discípulas. Aunque el contexto social y cultural de la época no les permitía estar en el equipo, le sirvieron apoyando el ministerio.
Aquellos hombres y mujeres hicieron de la misión de Jesús su misión. Hicieron del propósito de Jesús su propósito. No estaban limitados a seguir al Maestro. Seguir a Cristo y servirle se convirtió en su mayor proyecto de vida.
¿Quiénes eran esas mujeres? Cuando conocieron a Jesús, habían sido sanados y liberados en varios niveles: cuerpo, alma y espíritu.
María Magdalena, liberada de siete demonios, vio su vida liberada de todo yugo bajo el cual vivía. Juana, esposa de Chuza, procurador de Herodes, estaba ciertamente acostumbrada a estado de la sociedad de su tiempo no consideró más valiosa la posición social, sino que se dedicó a seguirlo y servirlo. Suzana, no sabemos exactamente qué hizo ni quién era, pero su nombre aparece de manera destacada.
Hoy, la misión y la tarea no han cambiado. Somos los discípulos de hoy, que allá donde van llevan el mensaje de Cristo, sirviendo con todo el corazón.
¿Puedes recordar la obra que Jesús hizo en tu vida? ¿De dónde lo obtuviste y cómo sería tu vida sin él? ¿Puedes ver cómo puedes servirle? ¿Estás haciendo de su propósito y de su Reino tu mayor proyecto de vida?
Somos parte de un equipo más amplio que el de aquellos días: la Gran Comisión. Que nosotros, como los discípulos de aquellos días, lo sigamos en todo tiempo y le sirvamos, siendo sus pies, sus manos, su boca, en definitiva, su Cuerpo aquí en la Tierra.