Ante la presencia real de Dios

por Ilaene Schüler

Dios honró a Adán y Eva con su presencia al caminar en el Jardín del Edén y encontrarse con ellos. La presencia de Dios ante ellos es un honor para Adán y Eva. Yo también puedo clamar a Dios y Él responde con Su presencia diciéndome: “Aquí estoy”. Y de la misma manera, Dios me llama por mi nombre y puedo responder con mi presencia ante Él diciendo: “¡Aquí estoy! ¡Un encuentro transformador!

Dios se presentó ante Abraham, Samuel e Isaías y ellos respondieron: “¡Aquí estoy!”

Estar en la presencia de Dios hace posible escuchar a Dios hablar profundamente, compartiendo conmigo su corazón, su voluntad, su mente, sus sueños para mi vida, sus sueños para mi denominación o iglesia local, para un proyecto o para mi familia. ¡Cuán preciosa es esta comunión con Dios cuando puedo oírle hablar y responderle: “Aquí estoy”! Pero sólo es posible porque estamos en Su presencia y la presencia de Dios es viva y real.

En presencia de Dios se cumple la promesa de Is 58,8-9:

“Entonces tu luz brillará como la luz del alba, y tu curación brotará rápidamente; La justicia irá delante de vosotros, y la gloria del Señor será vuestra retaguardia. Entonces pediréis ayuda, y el Señor os responderá; Ellos clamarán pidiendo ayuda, y él dirá: 'Aquí estoy'.

La presencia de Dios en nuestras vidas nos lleva a un proceso interior de restauración, de cambio con la luz que amanece trayendo sanación que emerge sin demora. La expresión exterior de esta curación interior se manifiesta en romper las cadenas de la injusticia, aflojar las ataduras de la servidumbre, liberar a los oprimidos, poner fin a todo tipo de servidumbre, compartir el pan con los hambrientos, reunir a los pobres y a los sin hogar, vestir el desnudo y no le des la espalda al prójimo. Esta realidad interior de intimidad con Dios se expresa en una justicia que irá delante de nosotros y en la gloria del Señor que será nuestra retaguardia. En otras palabras, por delante están nuestros cambios en la acción, en la forma en que nos relacionamos, en la forma en que nos preocupamos y nos cuidamos unos a otros. Con esto sucede lo que nos dice Mt 5,16 que “los hombres verán nuestras buenas obras y glorificarán al Padre”. En otras palabras, la gloria del Señor será nuestra retaguardia. La gente no dirá cuán amable o correcto soy, querrán conocer a este Dios en cuya presencia vivo y que me ha transformado de adentro hacia afuera, brindándome una curación que brota sin demora y rompe como la luz del amanecer. ¿Por qué me pasa esto? Porque cuando estoy en presencia de este Dios le digo: “Aquí estoy” para transformarme, completamente entregado y entregado a Él.

A mi clamor o clamor de ayuda, Dios responde: “¡Aquí estoy”! En estos días difíciles puedo pedir ayuda, puedo gritar y Dios me responderá. Y Dios me responde no sólo con lo que Él puede hacer por mí, sino con Su presencia, con todo lo que Él es. Puedo reunirme con Dios y recibir de Él todo lo que necesito porque me encuentro con Él. Dios no sólo quiere proporcionarme las cosas que necesito, Dios quiere reunirse conmigo porque Él mismo es mi provisión. Por lo tanto, tu respuesta es “¡Aquí estoy”! ¡Dios se pone a mi disposición! En estos tiempos de grandes desafíos necesitamos encontrarnos con este Dios que se hace disponible para estar ante nosotros. Y entonces podremos decirle: “Aquí estoy” para lo que Él quiere hacer en mi vida y para lo que Él quiere hacer a través de mi vida.

 ¡Busca estar ante la presencia de este Dios, entrégate a Él! Lee la Palabra, deja que la Palabra te hable. Encuentra a Jesús mientras lees la Palabra y aplica la Palabra en tu vida, porque el crecimiento proviene de aplicar la Palabra. Crece mucho y revela a Jesús a través de tu vida.

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