por Daniel Vargas
Como discípulo de Jesús, al final de tu vida podrás decir como Pablo: “… No fui desobediente a la visión celestial”?
La visión de Pablo camino a Damasco no fue una emoción pasajera, sino una visión que le dio pautas claras y afirma: “No fui desobediente a la visión celestial”. Y lo que el Señor le dijo a Pablo, en efecto, fue: toda tu vida será mi dominio; Ya no tendrás objetivos, metas ni metas, distintas a las mías. “Yo te elegí”.
¿Tienes una visión clara de lo que Dios quiere que cumplas, de tu llamado?
¡Bienvenidos a este compartir de Discipulado en Vida!
Estamos completando el Módulo de Comunión del Curso de Discipulado de la Biblia del Discipulado – con comentario de David Kornfield de SBB. Hoy vamos a hablar sobre el Estudio 1.1.8 Visión y Disciplina.
Pablo no recibió un mensaje ni una doctrina que defender; entró en una relación con Jesucristo, una relación viva, personal y abrumadora. El versículo 16 de Hechos 26 es sumamente imperativo: “…para ponerte por ministro y testigo”. A partir de entonces no queda más que una relación personal continuada. Pablo se consagró a una persona, no a una causa. Él pertenecía completamente a Jesucristo; No vi nada más, no viví para nada más. “Porque me propuse no saber nada entre vosotros excepto a Jesucristo, y éste crucificado”.
La visión no es un castillo en el aire, sino un vistazo de lo que Dios quiere que seas. Deja que el alfarero divino te coloque en su torno y te haga girar cuando quiera, y con tanta seguridad como Dios es Dios y tú eres tú, tu ser eventualmente será moldeado para llegar a ser de acuerdo con la visión que has tenido. No te desanimes en medio de este proceso. Si alguna vez se te ha dado una visión de Dios, puedes intentar conformarte con un nivel inferior, de una forma u otra, pero Dios nunca lo hará.
La prueba de que tenemos una visión es que buscamos algo mucho más allá de lo que ya hemos logrado “Si tarda, espéralo”, Hc 2.3.
Continúe pagando el precio. Muéstrale a Dios que estás dispuesto a vivir de acuerdo con esta visión que has recibido de Él.
En Isaías 61:1, que Jesús cita en el Evangelio de Lucas, dice: “El Espíritu del Señor del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido para…”
Si tienes una visión clara de tu llamado, ¿cuál es tu convicción divina de que ésta es la visión para la cual el Señor te ha ungido?
Califica del 0 al 10 la fuerza (energía, motivación) que sientes en esta visión que Dios te ha regalado. Me puse una puntuación de 10 porque estoy sumamente convencida del llamado de Dios para mi vida.
¿Cuál es el corazón de tu visión? Intenta ser específico. Si tuvieras que escribir tu visión en una frase, ¿cómo la escribirías?
Les compartiré la frase que expresa la visión que Dios me ha dado, la cual me fue renovada por Dios mientras hacía este estudio:
Catalizar movimientos de iglesias saludables, pastores y líderes, discipuladores y multiplicadores.
A partir de este estudio, en aplicación, me comprometí con Dios y mi microgrupo de discipulado a:
- Recibir aliento y dirección a través de mi tiempo personal en la Palabra (mi tiempo devocional).
2) Únase a Dios para orar y verlo responder esas oraciones. Llevar mis actividades, reuniones y encuentros a Dios y escuchar Su aliento y dirección en cuanto a lo que debo hacer o decir.
3) Tener encuentros divinos con Dios junto con mi equipo de Mentores de Mujeres y Hombres para escucharlo y recibir Su dirección y aliento con respecto a Su visión para nosotros y los planes que Él quiere desarrollar a través de nosotros. ¡Sentimos que nuestra visión es de Dios! Desarrollar una visión compartida como equipo.
4) Prestar atención a las necesidades de las personas que nos rodean, abriendo nuestra perspectiva de lo que Dios quiere que se haga. Las necesidades de la gente de alrededor fueron el contexto en el que Jesús envió tanto a los doce como a los setenta (Mt 9,35-10,1; Lc 10,1-3).