Una fe confiada en un Dios gigante

 

Este es nuestro último acercamiento a la relación entre los Salmos 111 y 112. El Salmo 111 exalta a Dios y sus obras, mientras que el 112 resalta a la persona que ama y vive en relación con este Dios glorioso. ¿Qué significa para ti alabar las obras de Dios y dejar que influyan en tu vida?

En la reflexión anterior destacamos que los justos al establecerse en el Señor tienen descendencia que marca la diferencia en su generación. Ahora, observe esta relación de los versículos 5, 6 y 7 de ambos Salmos. Hay aquí una hermosa construcción, como un flujo de Dios hacia quien lo sigue, el discípulo.

¿Es Dios generoso? ¡Sí, lo es! El v. 5 puntos destacados: Él proporciona provisión, alimento a los que le temen. En otras palabras, no es un Dios sólo de obras externas, sino de mirar el sustento de la vida. Está relacionado con el pacto, recordando al pueblo del desierto que deben tener cuidado al llegar al monte del pacto. El v. 9 luego se conecta con este v. 5 porque ambos tienen en común el escenario del éxodo y la alianza.

Pero volvamos al tema del sustento divino. ¿Cuál es el impacto de esta expresión del carácter de Dios en la vida de los justos? El v. 5 y 9, ahora del Salmo 112, resaltan que el justo hace las cosas por amor. La generosidad es fruto de un corazón compasivo. Un corazón que se pone en el lugar del otro en su angustia. Así como el Señor libró de la angustia de la falta de alimento al pueblo en el desierto, así el justo libra de la angustia, con su ayuda, a quienes le suplican. Si alguna vez has pasado por situaciones de gran angustia, debes saber el alivio que supone recibir ayuda para salir de esta situación.

El resto de este bloque, v. 6,7 y 8, revelan, por un lado, la fidelidad y la firmeza del Señor, que fluye, por otro lado, en la firmeza que pueden tener los justos. Basta observar: si Dios cumple su alianza, su voluntad de conceder lo mejor (aquí la tierra, por ejemplo), quien confía en él expresa esta virtud. Vive esta confianza.

Entiende: El justo es generoso, compasivo y hace bien sus negocios (traducción literal de la 2ª Parte v. 6). Refleja que tu ética y tu voluntad de compartir no son casuales, sino que reflejan tu carácter. ¡Es un estilo de vida establecido ante Dios y el pueblo! ¡Gente así existe! Conozco algunos.

Al vivir de esta manera, disfrutas de una seguridad incomparable: ¡No tengas miedo de las malas noticias! (Salmo 112,7).

Presta atención, querida, querida. La ansiedad ha sido un mal de nuestro tiempo. Y aquí retrata a alguien que sabe que está a salvo, incluso ante las peores perspectivas. No se dice que la persona no vaya a tener malas noticias. No se dice que todo vaya a estar siempre bien. No se dice que todos los días serán exitosos. No.

Entonces, ¿cómo logran esto los justos? ¿Qué acciones tomas para no dejarte sacudir por las malas noticias, para tener el corazón firme, confiando en el Señor? Precisamente en esto: la conciencia de la firmeza de Dios (al Señor se le llama Roca firme y eterna) da al justo esta firmeza, que no está en él, sino que brota del Señor.

Esta seguridad en el Señor y un estilo de vida generoso se repiten en el último bloque que ahora vemos, v. 8 y 9 de ambos Salmos.

El Salmo 111.8,9 destaca que Dios da firmeza y que su compromiso con el pueblo se basa en la alianza firmada, ya mencionada en el 111.5. Debido a que Dios proporciona esta seguridad y apoyo, los justos no necesitan ser tacaños. Al contrario, como dice el Salmo 112:8,9, “su corazón es firme y… su justicia permanece para siempre”. ¡Un testimonio de confianza en el Señor!

¿Vives en esta confianza? ¿Tienes un estilo de vida sencillo? ¿Tiene normas éticas compatibles con la Palabra? ¿Llevas en tu pecho un corazón compasivo y generoso?

Hudson Taylor, nacido en Inglaterra en 1832, recibió el llamado a llevar el evangelio a China. Respondió a este llamado en 1853. Vivió una vida muy sencilla, pero confió en que la obra era del Dios fiel, a quien nunca le faltaron recursos. Dijo: “La obra es de Dios, Él está comprometido con su obra y, por tanto, Él mismo se encargará de todo”. Era un hombre de oración, confiado en el Señor. En particular, sus oraciones fueron para que más misioneros sirvieran a los millones de chinos en ese momento.

En 1905, cuando murió en China, había allí 849 misioneros de Inglaterra, además de casi el mismo número de obreros locales, en 250 puntos de misión. 125.000 chinos dieron testimonio de Jesús como su Señor y Salvador.

Hudson no se jactaba de su fe. Decía: El Señor no espera de nosotros una gran fe. Nos desafía a tener fe en un gran Dios.

Así es el discípulo del Señor.

Caminando con la Palabra, caminando con Jesús.

Óscar Elías Jans

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