En su libro “Discipulado: El camino hacia el establecimiento del carácter cristiano”, Howard Hendricks destaca la capacidad de tratar con las personas como una característica de un liderazgo prometedor.
Por Howard Hendricks en “Discipulado: El camino para establecer el carácter cristiano” (Editora Betânia)
Cuando examinamos la vida de Elías, a menudo no nos damos cuenta de su actitud respetuosa. Aquí tenemos a un hombre que se enfrenta a reyes y hace caer fuego del cielo. Lo imaginamos audaz, valiente y locuaz.
En el Monte Carmelo vimos claramente que disfrutaba de un espectáculo. Pero al entregar el mensaje de Dios al rey Acab, fue respetuoso, directo, comedido y mesurado. Si hubiera atacado verbalmente a Acab, nadie podría haberlo criticado, ya que este rey lo recibió con clara irritación: “¿Me has encontrado, enemigo mío?” (1 Reyes 21,20). Y el rey ni siquiera era digno de respeto, porque, como nos informa el autor de 1 Reyes: “No hubo nadie como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos del Señor, porque Jezabel, su esposa, lo instigó; que hacía grandes abominaciones…” (21.25,26).
Sin embargo, Elías le habló con dulzura y al mismo tiempo con firmeza. “Te encontré…” (21.20). Sin querer enojar más al rey, le entregó el mensaje de Dios, tratándolo con el respeto que pocos le tendrían.
En respuesta, Acab hizo algo completamente inesperado: se humilló ante el Señor (21:27). ¿Quién sabe qué pasó por la cabeza de Elías cuando vio el arrepentimiento de Acab? Incluso sería natural que rechazara la actitud del rey y la considerara falsa. Pero la Biblia no indica si así lo interpretó Elías. Quizás el profeta estaba convencido de que no le correspondía juzgar el corazón de Acab. Quizás haya recordado que incluso un rey malvado puede recibir perdón del Dios de misericordia cuando se humilla y se aparta de sus malos caminos.
Tratar a los demás con respeto es una señal de confianza en uno mismo. Si un individuo utiliza la fuerza para conseguir lo que quiere, probablemente sea una persona muy insegura. Por otro lado, quienes tratan a los demás con deferencia demuestran autocontrol que indica confianza. El que se controla a sí mismo no necesita intimidar a los demás para sentirse superior.
“Quien se controla a sí mismo no necesita intimidar a los demás para sentirse superior”.
El máximo ejemplo de esta actitud de respeto es el Señor Jesús. Tenía la autoridad para dar orden al viento y a la lluvia. Sin embargo, se humilló ante las autoridades de su época. “Porque cuando fue insultado, no respondió con indignación; cuando lo maltrataban, no amenazaba…” (1 Pedro 2:23).
De la misma manera, cuando Pedro y Juan fueron arrestados y llevados ante el Sanedrín por hablar acerca de Cristo, se les advirtió “que no hablen ni enseñen en absoluto en el nombre de Jesús” (Hechos 4:18). Admiro su actitud respetuosa. No se quejaron. No respondieron. No intentaron manipular a la Corte. Simplemente respondieron cortés y audazmente: “Juzgad si es correcto delante de Dios escucharos a vosotros mismos en lugar de a Dios; porque no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído” (Hechos 4:19,20).
David Roper afirma: “La forma en que se expresa un mensaje es tan importante como el mensaje mismo. Existe un vínculo indisoluble entre ambos. Sin bondad, la verdad es simplemente dogma. Sin la verdad, la bondad es mero sentimentalismo. Sólo la verdad de Dios, dicha con bondad y sinceridad, tiene el poder de generar armonía”.
“Sólo la verdad de Dios, dicha con bondad y sinceridad, tiene el poder de generar armonía”. David Roper
Nadie se gana el respeto siendo la persona más dura del barrio. Acab fue uno de los reyes más duros del Antiguo Testamento, pero pocos lo respetaban. Ante él había temblor, pero no miedo. No; fue Elías quien recibió todo el honor y la popularidad. ¿Por qué? Porque representaba al Señor. Debido a esto, pudo tratar incluso a Acab con un respeto que no merecía. Demostró una verdad que enunció Isaías: “El efecto de la justicia será paz, y el fruto de la justicia será descanso y seguridad para siempre” (Is 32:17). •
Hendricks, Howard. Discipulado: El camino para establecer el carácter cristiano. 2ª Ed. Belo Horizonte: Betânia, 2005. Págs. 86-88.
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