Convertir la rutina en propósito

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Eunice, la madre de Timoteo, no tuvo un matrimonio ideal, pero, en la medida de lo posible, tomó decisiones que cambiaron la historia de su hijo e impactaron a la iglesia primitiva. Aunque vivía en un contexto donde los padres tenían mayor influencia, ella enseñó a Timoteo las Escrituras y formó su carácter.

Timoteo probablemente se convirtió cuando Pablo regresó a Listra en Hechos 14. En menos de un año y medio, ya era un discípulo ejemplar, bien recomendado por la iglesia (Hechos 16:2). Tenía una sólida base espiritual, construida desde la infancia. Su madurez y carácter fueron reconocidos, hasta el punto que Pablo le confió grandes responsabilidades en la iglesia.

Al igual que Eunice, también nosotros vivimos en contextos posibles y no ideales en nuestra familia, trabajo o ministerio. Pero, podemos elegir cómo nos posicionamos frente a las circunstancias, necesitamos discernir: 1. Qué se puede cambiar. 2. ¿Qué es una fatalidad y requiere aceptación? 3. Lo que es incierto y nos lleva a confiar en Dios.

Algunas situaciones están fuera de nuestro control, pero en lugar de quedarnos atrapados en lo que no podemos cambiar, deberíamos preguntarnos: Lo que está a nuestro alcance transformarponiendo nuestros dones y recursos al servicio del cambio.

Cuando no hay planificación, la rutina se convierte en una carga, un ciclo repetitivo sin sentido. Pero cuando planificamos estratégicamente, somos conducidos a una rutina que refleja el propósito de Dios. Cada tarea, por más sencilla que parezca, se alinea con lo que Dios quiere construir y el impacto que quiere generar.

La disciplina de la planificación no significa rigidez, sino intencionalidad. Es saber que cada día trae oportunidades de crecimiento.

El verdadero cambio no ocurre en un momento de gran inspiración, sino en el compromiso diario de actuar con sabiduría e intencionalidad.

Dios nos da la gracia de transformar lo ordinario en algo significativo.

La elección de Eunice benefició a Timoteo, fortaleció el ministerio de Pablo y bendijo a la iglesia primitiva. Como ella, nosotros podemos Transformar nuestras rutinas, ya sea en la vida personal o ministerial, en espacios intencionales para el crecimiento espiritual y el impacto eterno.

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