Vivimos en una cultura que glorifica el estar ocupado. “Hacer siempre algo” se considera sinónimo de productividad y éxito. Los descansos se llenan rápidamente de redes sociales, notificaciones y citas. Pero la incapacidad de encontrar sentido al exceso de estímulos y actividades produce aburrimiento. Este aburrimiento puede ser resultado del agotamiento y del vacío espiritual, ya que no hay tiempo para la pausa y la meditación. Sin momentos de pausa reflexiva, estamos siempre en movimiento, pero sin sentido, generando insatisfacción (aburrimiento) y la sensación de estar estancados en un ciclo sin propósito.
Tomar pausas intencionales es esencial para escapar del aburrimiento y recuperar una vida plena, lejos del agotamiento y el vacío de la sociedad del espectáculo. Parece que tenemos miedo al silencio, a la pausa y al vacío. ¿Pero por qué?
A menudo huimos de la pausa porque nos confronta con nuestra propia alma. El silencio puede llevarnos a reflexionar sobre temas que evitamos, dolores que preferimos ignorar o áreas de la vida que necesitan transformación. Es más fácil llenar cada momento de actividades y estímulos que enfrentarnos a lo que hay dentro de nosotros.
Además, nos presionan para que siempre seamos “útiles” y “ocupados”. El mundo nos hace creer que nuestro valor radica en lo que hacemos y producimos, no en quiénes somos. Esta presión nos empuja a un ciclo de hiperactividad que agota nuestra mente, cuerpo y alma.
La invitación de Dios es: “Estad quietos y sabed que yo soy Dios”. (Sal 46:10). Esta quietud y silencio no es vacío, sino un espacio donde podemos estar plenamente en Su presencia, escuchar la voz de Dios y encontrar descanso profundo a través de la fe.
Jesús, incluso en medio de multitudes y de una intensa agenda ministerial, se retiraba a lugares solitarios para orar (Lucas 5:16). Él sabía la importancia de las pausas y del silencio para estar con el Padre y renovar fuerzas.
No tengas miedo a la pausa y al silencio, “el amor vence al miedo”. Deja que el amor del Padre por ti te abrace en el silencio de Su Presencia.