“Santo Padre, guárdalos […] te pido […] que los guardes del mal” (Juan 17:11be 15).
Jesús en esta oración pide que el Santo Padre nos guarde como el pueblo santo que somos, que nos proteja y nos guarde de todas y cada una de las malas influencias que puedan dañar la posición única que nos dio. Es una oración para que podamos permanecer fieles a lo que somos, a la esencia de nuestra identidad cristiana, como pueblo que conoce a Dios, pertenece a Cristo y vive en el mundo.
Más específicamente, Jesús ora para que su pueblo tenga cuatro características, a saber: verdad, santidad, misión y unidad.
Durante su ministerio terrenal, Jesús los guardó en ese nombre (v. 12). Ahora, sin embargo, está a punto de dejar el mundo. Por eso, ora para que el Padre los mantenga fieles al nombre que les reveló “para que sean uno, como nosotros” (v. 11). El medio principal para mantenerlos unidos es su lealtad a la verdad de Dios revelada en Cristo y a través de él.
La verdad, por tanto, fue el primer interés que Jesús expresó en su oración por su Iglesia. Habló de revelación, de la manifestación del nombre oculto de Dios a través de él. Dejó claro su deseo de que su pueblo sea leal a esta revelación y de que su unidad se base en la fidelidad común a ella.
No hay posibilidad de que la Iglesia sea completamente renovada hasta que sea renovada en su compromiso con la verdad revelada de Dios en Jesucristo y su pleno testimonio bíblico. Y no hay posibilidad de que la Iglesia recupere su unidad hasta que recupere la única base auténtica de la unidad, que es la verdad. Jesús oró primero por la verdad de la Iglesia; y debemos hacer lo mismo. Porque Dios quiere que su Iglesia sea “columna y fundamento de la verdad”.
Extracto del libro La iglesia, una comunidad única de personas, John Stott, Editora Ultimato