Una mirada de sensibilidad

Por Marta Lago

Usamos máscaras todo el tiempo para protegernos a nosotros mismos y a las personas que nos rodean y comenzamos a reconocerlos por su apariencia y nos volvemos expertos en el lenguaje de las miradas. Lucas nos habla de un encuentro entre Jesús y una mujer que de ninguna manera podía devolverle la mirada.

El texto de este encuentro está registrado en Lucas en el capítulo 13 desde el versículo 10 en adelante Leyendo los evangelios, conocemos a un Jesús que ama interactuar con las personas que encontró en el camino. Como excelente observador de las personas, Él no sólo mira a aquella mujer encorvada, sino que la percibe a través de su visión, ¡percibiéndola entre tantas!

Ella estaba en la sinagoga, que en aquella época era un lugar privilegiado para los hombres, las mujeres estaban atrás y no tenían derecho a hablar en público. 

Quizás esta mujer completamente encorvada, como nos dice el texto que no podía enderezarse de ninguna manera, cargaba exceso de peso debido a su ocupación, sus tareas diarias y sobrecargaba su columna. Podríamos concluir un diagnóstico médico como un caso de espondilitis aguda, joroba provocada por malas posturas constantes u osteoporosis. No sabemos casi nada de esta mujer: desconocemos su nombre, su estatus social, su edad, su estado civil, cuánto gastó en su enfermedad... Lo que nos cuenta Lucas es que había sido atrapada por un espíritu de enfermedad. durante 18 años. 

En este encuentro nos damos cuenta de la mirada de Jesús hacia ella, en medio de tanta gente, la vio y quiso liberarla de su mal. Ciertamente en aquella época, cuando una persona con discapacidad física era estigmatizada, sufría prejuicios y era considerada un pecador, una persona impura debido a la religión y recibía su castigo a través de su enfermedad.

Jesús la vio toda inclinada, mirando sus pies y sintió pena por su vida. Es tan hermoso ver en este relato cómo actúa Jesús con esta mujer y nos da un ejemplo de hacer lo mismo: Él la mira y la ve, la percibe. Él la llama cerca de él. Él le habla, le habla y le presta atención. La toca imponiéndole las manos. Él la cura de su mal, liberándola. 

Y así Jesús nos enseña un principio en relación con nuestro entorno: tocar la vida a través de nuestra mirada de sensibilidad y de amor.

Tenemos claro que el encuentro con Jesús en la vida de esa mujer inició algo nuevo, una nueva realidad de vida que ella ya había olvidado. Allí comenzó un proceso de sanación, cuando Jesús la tocó y ella ciertamente tuvo otros desafíos, otras luchas, ¡y la diferencia ahora es que pudo enfrentarlas erguida, recta, serena, equilibrada! Tu vida sería vista desde otro ángulo, desde una nueva visión. Ya no con la cabeza gacha todo el tiempo, ya no mirando al suelo y a tus propios pies.

También podemos ser como esta mujer, llevando cargas tan pesadas que nos agachamos.

Quizás estemos abrumados con tantas asignaciones y tareas, responsabilidades y tareas, plazos que cumplir y trabajo por hacer. Quizás la Vida nos ha acosado con situaciones fuera de nuestro control como una enfermedad incapacitante, limitaciones derivadas del proceso de envejecimiento, relaciones rotas, heridas del alma, procesos de duelo y pérdidas…

Una frase del teólogo Charles Spurgeon representa nuestra lucha con lo que nos deja encorvados. Él dijo:

“Satanás sabe que no puede matarnos. Pero nos ata como para matarnos. ¡Sí, sabe cómo hacer que el alma desgraciada viva mil muertes temiendo sólo una! 

¿Qué haremos con todo lo que nos deja encorvados?

Como esa mujer, debemos permitir que Jesús, el Conocedor Profundo de Nuestras debilidades, mirándonos, nos llame cerca, nos toque y nos sane. Nuestra actitud es reaccionar al toque de Jesús, quitando la inercia de la vida, de mirar hacia abajo, sin ver el horizonte de posibilidades que Dios quiere revelarnos. La mujer se puso de pie, se puso de pie: la actitud de levantarse es nuestra. 

Permitamos que el Señor Rafa, el Dios que sana, esté atendiendo nuestras debilidades en este día en el que podamos escuchar su invitación para cada uno de nosotros:

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”. Mateo 11:28-30

Marta Lago Trabaja en psicología clínica con enfoque sistémico y coordina el Proyecto Atención a las esposas de pastores metodistas en la V Región. Está casada con el obispo Adonias Lago, de la Iglesia Metodista.

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