Las obras memorables de Dios reflejadas en sus hijos

 

Salmos 111 y 112:

Volvemos a nuestros salmos gemelos. Son similares porque ambos comienzan con aleluya y ambos se desarrollan en forma acróstica. ¿Qué quiere decir esto?

Ambos salmos, en el hebreo original, están reunidos en 22 líneas, comenzando cada línea con una letra del alfabeto hebreo, de manera ascendente y ordenada. En la primera reflexión mencionamos la importancia de que no haya rival u oponente para el Señor Dios.

También señalamos la espiritualidad reflejada en los dos Salmos, retratando una relación gozosa y comprometida con el Señor, que se refleja en las relaciones cotidianas. Finalmente, entendemos que, para alcanzar esta espiritualidad, es necesario comprender y vivir en el temor del Señor. Porque el temor del Señor es en realidad una sumisión gozosa, respetuosa y voluntaria a la voluntad del Señor, que conduce a una vida exitosa. Es una esencia del discipulado: ¡Ten un corazón enseñable!

Sigamos el camino con estos dos Salmos. Esta vez reflexionemos en los versículos 2 al 4 de ambos.

Sal 111,2,3 celebra las grandes obras de Dios. Quien ama a Dios exalta sus obras. Cuando observamos atentamente las obras del Señor, nos damos cuenta de que están hechas con amor y excelencia. Es triste que seamos una generación que por nuestra vida agitada y consumista hemos perdido el sentido de observar los detalles de la hermosa obra de Dios, con sus aromas, detalles, colores, intensidad, delicadeza, fuerza, etc... Y la obra más significativa es la que Dios hace en nosotros, a través de Jesús. Agustín dijo: “Tú, que nunca abandonas las obras que has comenzado, completa lo que hay de imperfecto en mí”. ¡Esta obra de Dios continúa perfeccionándose en Jesús! Así que ¡grandes son las obras de Dios, tanto las que ya ha hecho como las que continúa haciendo!

El Salmo 112.2,3, en estos mismos versículos, refleja al menos dos relaciones muy directas con el Salmo 111. Está la promesa de que la descendencia de los justos será poderosa en la tierra. Así como las poderosas obras de Dios, mencionadas en el Salmo 111, resultan en bendición para nosotros, así también lo son los poderosos descendientes de los justos. Es importante resaltar el significado de esta poderosa descendencia, que no está relacionada con el poder despótico, sino que describe a personas que influyen de manera beneficiosa y tienen buena reputación. ¿Con qué propósito hemos educado a nuestros hijos? ¿Qué pasa con el discipulado de niños u otras personas? La segunda línea de este v. 2 complementa la idea. Estos influencers serán personas bendecidas que bendecirán a otros. Harán una diferencia en tu generación.

Hay una hermosa relación entre el v. 3 del Salmo 111 y el mismo versículo del 112. En las obras de Dios hay esplendor y majestad. En la casa del justo, en 112.3a, hay abundancia y riquezas. Una vez más, aquí reina una atmósfera de gran alegría. El que ama al Señor se alegra de sus obras, que interfieren en su vida. Y también experimentas el alcance de la bendición del Señor en tu hogar, familia y vida.

Note qué construcción hay al final del v. 3 de ambos Salmos. Su justicia permanece para siempre. ¿Tiene esta afirmación el mismo peso para Dios que para nosotros? La justicia de Dios tiene que ver con sus obras que son justas, aunque no siempre se entiendan (¿Quién puede disputar, cuestionar al Señor y sus obras?). Además, está relacionado con tu lealtad.

El justo, en su relación directa con Dios, refleja este carácter divino en sus acciones y en su vida. Éste es el punto. La justicia del justo que queda se debe a la obra de Dios en su vida, no a su propio mérito. El discípulo reconoce que Cristo vive en él y hace de él una vid que da mucho fruto. El fruto que agrada a Dios, el fruto de justicia que permanece.

111.4 destaca que las obras divinas son memorables. Las fiestas anuales ordenadas para el pueblo de Israel tenían como objetivo precisamente recordar las obras de Dios, comenzando por la Pascua, que celebraba la salida de la esclavitud en Egipto. La cruz señala la gran obra de Dios que recordamos cuando nos reunimos en adoración, especialmente en la celebración de la Cena del Señor.

El v. 4 del Salmo 112 evoca, en el 1º. parte, que la luz vence las tinieblas que amenazan la vida de los justos. Es la vida divina que desborda en la vida del discípulo. Es el resplandor del Señor en quienes lo aman, que exaltan sus obras, que reflejan su bondad, su compasión y su justicia.

Jesús es la luz del mundo y su discípulo lo sigue. Más que esto, vuestra vida está llamada a brillar en medio de la indiferencia, la perversidad, la maldad y tantas otras expresiones de impiedad e incredulidad entre nosotros. Esta metáfora es muy significativa: los discípulos de Jesús normalmente no son mayoría, pero su presencia se nota como un punto de luz que brilla en la oscuridad. ¿La luz de tu fe ha marcado una diferencia en el entorno en el que vives? ¿Ha sido Dios glorificado a través de tu brillante testimonio? ¡El Señor ayude, por su Espíritu Santo, sí!

Las obras memorables de Dios

Reflejado en tus hijos

Espera una tercera parte de esta reflexión…

Caminando con la Palabra, caminando con Jesús

Óscar Elías Jans

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